Victoria's Secret, por favor deja de intentarlo.
- Juliana Díaz
- 14 nov 2024
- 4 Min. de lectura
Hace no mucho, los desfiles de Victoria’s Secret eran un evento ineludible para cualquiera que disfrutara de la moda y el espectáculo. Las Angels eran íconos, y la marca había dejado una huella indeleble en la cultura pop. Sin embargo, después de varios años de cambios y un rebranding fallido, ese evento único se ha transformado en un intento desesperado por recuperar la atención perdida. Aunque la intención es comprensible, el resultado simplemente no logra revivir la magia de antaño.
Victoria’s Secret dejó de brillar cuando decidió dar un giro drástico, abandonando su icónico desfile para enfocarse en la inclusión. Si bien la intención era responder a una industria de la moda que demanda más diversidad, la ejecución no fue la ideal: la marca comenzó a desdibujarse, perdiendo su esencia en el proceso. En lugar de evolucionar preservando su identidad, el intento de reconectar con el público a través de la nostalgia terminó siendo más problemático que efectivo.
El regreso del desfile en septiembre de 2023 prometía ser ese gran momento que nos haría recordar la grandeza de antes, pero no fue así. Esa edición fue vista como un ensayo, algo que muchos perdonaron con la esperanza de que la edición de octubre de 2024, celebrada en Nueva York, sería la verdadera vuelta a la cima. No obstante, esta "revancha" tampoco logró capturar el encanto de los shows pasados. La colaboración con Amazon en esta última edición fue un reflejo de esta pérdida de esencia. Aunque facilitó la disponibilidad inmediata de las prendas al público, sacrificó la opulencia y extravagancia que definían la experiencia de Victoria’s Secret. Las prendas, más simples y comerciales, alejadas de la exuberancia de otros años, transformaron lo que antes era un espectáculo aspiracional en una pasarela de e-commerce.
La ausencia del Fantasy Bra, una tradición que siempre representó el momento cúspide de cada show, fue especialmente notoria. Esto sugiere que la marca ya no cuenta con el presupuesto necesario para crear algo tan lujoso. Sin embargo, esta falta también podría estar relacionada con la colaboración con Amazon, lo que deja abierta la pregunta: ¿realmente vale la pena sacrificar una tradición tan emblemática por un patrocinio? La pérdida de este elemento tan importante hizo que el evento se sintiera aún más distante de lo que solía ser, cuando cada detalle parecía diseñado para sorprender.
Además, la ausencia del característico bouncy blowout de las modelos fue otro golpe a la esencia del show. En lugar de las ondas voluminosas que definían el estilo de las Angels, vimos cabellos recogidos o lisos, eliminando una parte fundamental del look que hacía de estas pasarelas algo tan icónico. También se notó una falta de variedad: pocas modelos participaron, y aunque fue un gusto ver a veteranas como Adriana Lima, Alessandra Ambrosio, Candice Swanepoel y Doutzen Kroes, es evidente que gran parte del presupuesto se destinó a traer de vuelta a estas figuras emblemáticas, sacrificando la calidad de la producción.
Otro cambio significativo que resalta la pérdida de exclusividad es el uso de las alas. En los desfiles originales, no todas las modelos llevaban alas; portar unas era un logro que se ganaba con esfuerzo, un símbolo de haber llegado a la cima como una verdadera Angel. Ahora, casi todas las modelos, e incluso las artistas invitadas, llevaban alas, demeritando el significado y esfuerzo que representaba convertirse en una Angel de Victoria’s Secret.
La duración del show también marcó una diferencia con respecto a ediciones anteriores. Mientras que en el pasado el evento se extendía durante más tiempo y se dividía en múltiples secciones temáticas, ahora el espectáculo parece haber perdido ese sentido de grandiosidad y narrativa que lo hacía memorable. Todo se sintió apresurado y menos espectacular, un marcado contraste con los días en los que Victoria’s Secret dominaba la industria con shows que capturaban la atención de millones.
Sin embargo, hubo algunos aspectos rescatables. Tyla, por ejemplo, dio una presentación musical destacada, llevando unas de las mejores alas de la noche y con una caminata más llamativa que la de muchas de las propias Angels. Adriana Lima también tuvo un buen desempeño, manteniendo la elegancia que la ha caracterizado durante años. Pero estas excepciones no lograron compensar el resto de un show en el que los conjuntos de lencería eran simples y faltos de imaginación, y donde pocas alas y caminatas lograron sobresalir.
Victoria’s Secret ha intentado adaptarse a un mundo que ha cambiado mucho, donde la inclusión y la diversidad son demandas del público. Pero en ese proceso se olvidó de lo que la hacía especial: el espectáculo, la extravagancia y la sensación de estar viendo algo único. En lugar de encontrar un equilibrio entre lo que su audiencia amaba y lo que hoy demanda el mercado, optó por una estrategia que terminó diluyendo su esencia. Este año, el regreso del desfile fue la confirmación de que, a veces, es mejor dar un paso al costado que insistir en algo que ya no funciona igual. La nostalgia puede atraer miradas, pero sin la chispa de antes, el público ya no se siente igual de emocionado ni conectado con lo que alguna vez fue un espectáculo icónico. Quizá sea hora de que Victoria’s Secret reconsidere su enfoque y busque una nueva forma de adaptarse sin perder de vista la esencia que alguna vez la hizo brillar.
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