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¿Ser bueno por elección o malo por decisión? Analizando e interpretando “LA NARANJA MECÁNICA”


En el inmenso universo del cine, pocas obras han logrado dejar una impresión tan

profunda en mi como "La Naranja Mecánica". Dirigida por Stanley Kubrick y basada en la novela homónima de Anthony Burgess, esta película es mucho más que una simple narración visual; es un viaje desenfrenado hacia las profundidades de la naturaleza humana, donde la violencia, el libre albedrío y la moralidad se entrelazan de manera inquietante. A través de su cautivadora estética y su provocativa narrativa, "La Naranja Mecánica" desafía al espectador a enfrentar el rango de interpretación que deja el filme y al mismo tiempo confrontar verdades incómodas sobre la sociedad, el individuo y el poder de la elección.


En el oscuro laberinto de la mente humana, "La Naranja Mecánica" nos sumerge en el perturbador viaje de Alex, un joven psicópata cuya sed de violencia y perversión desafía toda moralidad conocida. Obligado a enfrentar las consecuencias de sus actos atroces, Alex se somete a un tratamiento radical conocido como "Ludovico", diseñado para erradicar su predisposición a la maldad y reintegrarlo a la sociedad. Sin embargo, lo que comienza como un intento de rehabilitación pronto se convierte en un debate filosófico, la película muestra una paradoja en la que le propone al espectador si es mejor privarle al sujeto de libre albedrío sometiéndolo a un inherente martirio, o permitir que este sea autónomo de sus decisiones mientras le causa un daño a la sociedad con sus acciones violentas e hirientes. 

 

Esta película está abierta a numerosas interpretaciones. Personalmente, deduzco que se nos presenta la intrincada dualidad del ser humano, capaz tanto de crear belleza como de cometer actos horrendos, la capacidad de crear y destruir, de amar y odiar, de construir y desgarrar. Esta complejidad está arraigada en nuestra propia naturaleza, y somos responsables de elegir hacia qué extremo nos inclinamos. Nos convierte en seres de elección, lo que explica por qué cuando al protagonista se le deshabilita la capacidad de disfrutar la violencia, también se le impide el placer de apreciar las artes humanas, esto significa una pérdida todavía más profunda, la pérdida de su humanidad. Es aquí donde surge la paradoja: al privar a alguien de su capacidad de elegir, incluso con la intención de mejorar la sociedad, se corrompe la misma esencia del alma.


Los instintos egoístas y propensos al mal son intrínsecos a nuestra naturaleza, pero son la conciencia y el autocontrol los que nos elevan por encima de ellos. Es a través de la gestión de estos impulsos que podemos cultivar la bondad, trascendiendo nuestra condición animal y alcanzando un estado superior de conciencia. 


Sin embargo, esta visión choca con el mundo tanto de la película como con el nuestro. En ambos casos, a menudo obstaculizamos la cultivación de dicha bondad en la sociedad. La película sugiere que sacar a una persona mala, “rehabilitarla” y devolverla a la misma sociedad corrompida no resuelve un problema sistémico, y propone que sofocar la naturaleza humana no elimina la violencia. La solución radica en comprender y abordar las causas fundamentales de los problemas.


Somos seres que trascienden la mera automatización, más que simples respuestas programadas. En nosotros habita la capacidad de generar tanto belleza como desolación, de manifestar tanto lo sublime como lo horrendo. Es en el ejercicio de nuestro poder de elección donde radica la esencia misma de nuestra humanidad. 


A raíz de este análisis, algunas personas podrían considerar al filme como hipócrita, ya que su mensaje se entrelaza con una evidente paradoja: el contraste entre la belleza artística de su cinematografía y las grotescas escenas de violencia, tan crudas que pueden resultar repulsivas para el espectador y dignas de producirle arcadas. Es innegable que la naturaleza violenta de la película es su aspecto más cuestionado, y si tuviera que señalarle un punto negativo, quizás sería esa imposición de brutalidad explícita, especialmente porque no soy alguien que disfrute de la violencia gratuita en el cine.


Comprendo, por tanto, que este elemento pueda arruinar la experiencia para ciertos espectadores; sin embargo, reducir la película a “violencia sin sentido” o al “lenguaje raro y absurdo” de los personajes es, a mi juicio, una crítica simplista. La incomodidad y el profundo malestar que me generaron esas escenas grotescas, junto con el odio que sentí hacia el personaje y, en ocasiones, hacia la película misma, los interpreto como intencionales. En retrospectiva, aprecio cómo el filme, con notable maestría, logra proyectar en el espectador las mismas emociones y conflictos que retrata en su narrativa.


La película quiere que detestemos a Alex. Es esencial que, desde nuestra moral y ética, entendamos que sus acciones son despreciables y que nos incomoden y enfurezcan. Como sociedad, es completamente normal repudiar a un psicópata, pero para la película es aún más crucial que lo hagamos, porque solo así el dilema que plantea adquiere su verdadera dimensión. Sin esas escenas tan perturbadoras, el mensaje y la paradoja que la película expone perderían gran parte de su impacto, ya que nuestra perspectiva como espectadores modernos nos llevaría directamente a justificar el libre albedrío, sin detenernos a reflexionar sobre cómo nuestra libertad puede también ser dañina para la sociedad.


En este dilema se mueve la película. En ningún momento intenta que sintamos pena o compasión por Alex (o al menos, así lo interpreto yo). Alex es simplemente el títere que ejemplifica la paradoja central y que la película utiliza para retar al espectador. Al final, el filme no ofrece una respuesta definitiva a la pregunta que plantea, y esa incertidumbre es lo que lo hace fascinante. Incluso en los últimos segundos, cuando parece que hemos descifrado su mensaje y estamos listos para aceptarlo, la expresión de Alex nos devuelve al punto de partida, perpetuando la paradoja y dejando claro que este conflicto no tiene un final simple o absoluto.


Asimismo aunque para algunos consumidores aquel final ya descrito de Kubrick resulta ideal por su libre interpretación en la que se nos entrega una película reflexiva que abre un abanico de posibilidades, es cierto que Anthony Burgess, autor de la novela original, sostiene que no se ha capturado fielmente el espíritu de su obra, especialmente en su desenlace. Al respecto, declara: "La verdad es que he pasado gran parte de mi vida haciendo declaraciones xerográficas sobre la intención y la frustración de la intención, mientras Kubrick y mi editor de Nueva York disfrutaban tranquilamente de la recompensa por su mala conducta. La vida, por supuesto, es terrible."



Burgess argumenta que la película tiene un desenlace prematuro y poco organizado, y sinceramente, no podría estar más de acuerdo. Aunque puedo entender la decisión artística de Kubrick, quien busca dejar al espectador en un estado de reflexión e interpretación, siento que este enfoque resulta exagerado. Si bien el mensaje de la obra es intrigante y plantea dilemas profundos sobre la naturaleza humana y el libre albedrío, a menudo se ve opacado por un exceso de detalles que, en lugar de enriquecer, complican innecesariamente la narrativa. Esto puede hacer que algunos momentos cruciales pierdan claridad y que el espectador, en lugar de sumergirse plenamente en el filme, se sienta desconectado o confundido.


Además, el simbolismo y la abstracción que maneja Kubrick, aunque admirables, requieren un esfuerzo significativo por parte del espectador, al punto de que entender adecuadamente su propuesta puede demandar múltiples visualizaciones. Este aspecto, en lugar de invitar a una reflexión espontánea, termina evidenciando una falta de claridad que socava su objetivo. Aunque el desenlace busca impactar y dejar un mensaje abierto, la sensación de desorden y exceso en su ejecución puede restarle fuerza al mensaje final, limitando su capacidad de conectar de forma más inmediata y efectiva.


En conclusión, el controversial, pero al mismo tiempo extasiante viaje que propone Kubrick con su obra demuestra su revolucionaria capacidad para la época de crear una crítica hacia la sociedad y al humano en donde se pone en duda el bien moral establecido en la sociedad. Con esa libertad interpretativa que se nos es provisto por el largometraje, el director acciona esa jugada maestra que lleva esta película a la cúspide cinematográfica y la que le da ese carácter tan particular, abriendo nuestra mente a impresiones y conclusiones que finalmente terminan convergiendo en esa tan importante pregunta planteada en el título.  ¿Ser bueno por obligación o malo por elección?

 


BIBLIOGRAFÍA

 

Aravena, M. (2023, agosto 17). Análisis Psicológico: La Naranja Mecánica. Psicólogo en Casa. https://psicologoencasa.cl/analisis-psicologico-naranja-mecanica/

Marcello, C. (2018, julio 5). La Naranja Mecánica de Stanley Kubrick: resumen y análisis de la película. Cultura Genial. https://www.culturagenial.com/es/la-naranja-mecanica/

 


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